lunes, octubre 16, 2006

... en blanco

El sonido de la cafetera era extrañanemte tranquilizante. Le anticipaba la sensación de placer que sentiría al beberse la taza de café caliente que ansiaba sentir en los labios.

Los primeros sorbos siempre era insuficientes, puesto que las ansias nunca le permitían disfrutar del todo el intenso sabor del brebaje que se preparaba casi ritualmente cuando necesitaba sentirse acompañada. Pasados los tres primeros sorbos bajó el tazón y apoyó sus manos sobre el mueble de la cocina, suspiró y miró hacia el cielo, estirando los músculos del cuello.
Sintiendo que ya no le quedaba más por hacer, volvió a su living y encendió el computador, esperando encontrarse con mucha gente, sólo para poder elegir no hablarles. Nunca entendió muy bien porqué hacía eso.





Los músculos de sus piernas habían cedido al peso del resto de su cuerpo, y ahora estaba apoyado en el muro, rodeado de pequeños trozos de vidrio, casi sentado, pero con las piernas recogidas sin esfuerzo. En su mano izquierda, sostenía la foto y en la derecha un papel desdoblado en el que se podían ver algunas palabras sueltas escritas con un lápiz de tinta negra.

La letra era muy bella, redonda y clara, no muy grande y todas las palabras terminaban con pequeños adornos que, en su momento, salían sin querer gracias a la soltura de muñeca de la escritora.

A sus ojos, las palabras no tenían sentido, parecían un montón de garabatos informes y extraños, parecía haber olvidado la habilidad de decifrar un texto, o tal vez sus ojos no podína enfocar correctamente las palabras, pues estaban cansados y él necesitaba dormir.
Por alguna razón agena a su actuar, hasta ese momento irracional, recordó que lo que estaba haciendo era producto de la profunda tristeza que sentía, y eso le dio rabia, más de la que ya tenía, pero que pudo canalizar en un suspiro largo y profundo, acompañado de un vano intento por ponerse de pie, cosa que consiguó sólo al tercer intento.

Una vez que ya tuvo más control sobre si mismo, y aún sin soltar la foto o el papel, salió lentamente de su habitación, arrastrando los pies como si llevara grilletes, la sola idea de llevar grilletes atados a los tobillos le pareción tan genial, que sólo era posible que algo tan ridículo e infantil le sacara una sonrisa, de esas que al verlas en el espejo parecen espantar más que aliviar a un rostro... pero al menos era una sonrisa.





Revisó su correo, porque consideraba que era algo necesario, después de todo, nunca se sabe cuando la empresa se va a dignar a decirte que estás atrasada con la entrega de tus trabjos, sin tomar en cuenta el hecho de que no han dado señales de existencia y de que parece ser que el único momento en el que eres realmente necesaria es cuando todo anda mal y hay que hacer las cosas rápido. Afortunadamente, nada pasaba todavía, y de entre el spam, que a veces revisaba por si acaso el filtro funcionaba mal, encontró un correo que le pareció más que interesante, lo suficientemente atrayente como para abrirlo y darle una leída... por su puesto que el texto carente de valor que se le reveló fue lo único valioso que obtuvo del correo, que terminó borrando con una expresión de derrota en el rostro, esperando, aunque sin pensarlo siquiera, en recibir una llamada telefónica o un correo alentador, que la sacara de sus pensamientos y que la distrajera de sus sueños, aunque fuera por unos segundos.

domingo, julio 09, 2006

Café cortado

Nunca antes había disfrutada tanto el dejarse llevar por los recuerdos. La múscia, que aun sonaba y la había trasnportado, la hizo volver a la realidad. Sentada como estaba en el sillón, suspiró largamente añorando volver a sentir lo que esa noche había sentido, y pensando en que jamás volvería a pasarle porque él había sido único, como parte de un sueño que no se repetiría y que nadie podría imitar.

Afuera, llovía como suele llover en invierno: mucha agua, mucho viento, pocas personas. Desde la ventana del living, miraba la calle por la que muchos autos, y una que otra micro, pasaban combatiendo a las hordas de gotas que furiosas los golpeaban intentando detenerlos o, por último, atrasarles el viaje que tan urgentemente parecían recorrer. Eran aproximadamente las 8 y media de la noche de un sábado cuya única relevancia había sido una película no muy buena, pero que había logrado sacarle algunas lágrimas que jamás supo de donde habían venido. Distraídamente, se acerca a la mesa y toca gentilmente con la punta de los dedos los papeles que sobre ella yacen inertes y fríos. Un escalofrío llega súbitamente a despojarla del relajo que había logrado tras el maravilloso recuerdo de aquella noche, y sin prisa alguna pero con suficiente velocidad, se dirige a su pequeña cocina, enciende la cafetera y espera que las negras gotas de un café fuerte llenen la taza que se beberá en tan sólo unos minutos.



Mientras, en alguna parte, en otro departamento, un extraño se pasea deseperado de un lado para otro, recogiendo, arrugando y botando papeles, algunos escritos, otros no. Se pasea intranquilo, tenso, extrañado. Sobre la mesa, tiene un café frío hace ya rato, pero de vez en cuando bebe un sorbo y en su cara se nota un gesto de profundo asco, mas eso no lo detiene de beber una y otra vez.
Parece que está buscando algo, si bien su errático caminiar por el departamento haría a cualquiera pensar que está simplemente desvariando, bastaría posar en sus actos una mirada no tan distraída para notar que en efecto está buscando algo, desafortundamente para él, no lo recuerda y por eso tantos papeles han sido víctimas de su rabia al no ser aquello que busca con tanta desesperación.
En una las carreras, entra en su pieza, pensado que tal vez en alguna parte de ese detestable lugar puede estar lo que busca, pero sus ojos traicioneros no le ayudan a buscar y en cambio se dirigen a la repisa donde la foto enmarcada sigue posada boca abajo.

Su mente, que parecía un tormenta de pensamientos, recuerdos, rabia y desesperación, de pronto entra en una calma que sólo puede llevar a algo peor. Con la mente en blanco y casi sin notarlo, se acerca a la repisa, toma la foto y la mira, la mira durante más de 3 minutos sin respirar siquiera, la mano derecha, que cae sin esfuerzo a su costado, se empuña con cada vez más fuerza, las uñas comienzan a enterrarse en la carne, pero no siente dolor, pues está concentrado en la imagen: En el fondo se ve un volcán cubierto de nieve hasta la falda, un poco más cercano, el brillo cobrizo del agua del lago, algunos pinos y otros árboles adornan el paisaje, pero el encuadre favorece a una figura; mujer, cabello negro y largo, ondulado y un poco desordenado por el viendo, tez blanca, pero bronceada y una sonrisa que le invade el rostro entero.

Una lágrima se escapa de sus ojos y se atreve a caer sobre la sonrisa más bella que podía recordar, al verla desfigurada, la razón por la que había entrado a su pieza llega de pronto a su mente, y arroja con fuerza la foto enmarcada contra la pared, el ruido del golde y del vidrio no lo inmutan, se acerca, remueve los pedazos de vidrio, el marco, la foto y encuentra un papel doblado.

lunes, julio 03, 2006

... el recuerdo

Lo que había pasado ese día por su cabeza había sida ya demasiado. Todo, desde las cosas que tenía que comprar, hasta las personas que había vista por primera vez en la sala del cine mientras esperaba que las luces volvieran a su tonalidad natural para poder encontar la salida. Ya no quería hacer nada más y a pesar de que Pamela estaba con ella, lo único que en verdad quería era estar sola. Quería pensar un rato mirando el techo de su pieza, la única parte de su departamento que jamás había sido intervenido por mano alguna.

Luego de un par de cafés y de conversación vana, Pamela se fue, dejándola sóla en su departamento de soltera, a unos 45 minutos en micro de la amistad más cercana. Ahora tendría tiempo de pensar y de relajarse dentro de su tensión. En el living-comedor, sobre la mesa grande, habían algunos pliegos de papel desplegados con muchos dibujos y lineas, uno que otro texto y varios números. Sobre y junto a esos pliegos, varios lápices de mina, unas gomas, dos o tres reglas y escuadras, muchos residuos de goma, un par de tijeras y un sacapuntas con forma de tortuga. Hacía días que no tocaba los papeles del proyecto, pero por alguna razón, todavía no la llamaban para exigírselos, por lo que se mantenía relajada pensando en que no eran necesarios, al menos no todavía.

No estaba muy preocupada, sabía que si se dedicaba 100% al trabajo, lo podría tener en 2 o 3 días, y el plazo para presentar el proyecto a la inmobiliaria acababa en 2 semanas. Delante de sí, tenía sólo tiempo para pensar y tal vez dibujar muchas curvas y lineas suaves en su block personal.

Acostada de espaldas sobre la cama, con los brazos estirados, miraba el techo mientras pensaba en absolutamente nada. Tan concentrada estaba en mirar el techo que logró, por unos minutos, tener su mente en blanco, claro que al momento de darse cuenta, toda clase de pensamientos le inundaron el techo, que ahora ya no estaba vacío, sino que atiborrado de ideas, palabras, responsabilidades, dibujos, recuerdos y una que otra lágrima. La oleada de imágenes fue tan abrupta, que se sintió mareada y tuvo que sentarse, para poder respirar con un poco más de facilidad. Se puso de pie y volvió al living-comedor, encendió su equipo de música, puso un disco y se sentó en su sillón favorito. Mientras los minutos pasaban, intentaba concentrarse en la música, pero no podía dejar de pensar en lo que le había pasado aquél día.

- ¿Por qué te quedaste... si sabías que no lo tenías que hacer?

Esa había sido una de las mejor noches que había pasado con él y no quería que se acabara. Dentro de sí, sabía que él no debía quedarse, sabía que si lo hacía todo cambiaría, sabía que era la peor cosa que podía suceder, sin embargo su boca y su cuerpo hicieron todo lo posible para reternelo... y lo lograron.

La sensualidad de la música que escuchaba, la llevaba lentamente a recorrer todos los segundos vividos desde que él le dijo que se quedaría, hasta el momento en que se vió desnuda junto a él en la cama de la que hacía unos pocos minutos se había alejado. Sus irresistibles caricias la habían hecho caer en una especie de trance y sus tiernos besos en el cuello la hacían estremecer. No se dio cuenta del momento exácto en que comenzó a desnudarlo, intentando tocarle el pecho y la espalda le había desabotonado lentamente la camisa, mientras él con una mano le acariciaba el rostro y con la otra recorría suavemente el contorno de su cuerpo. De un momento a otro, lo empujó, él perdió el equilibrio y cayó sobre el sillón, pero no solo, pues la mano con que reconocía su cintura, había llevado consigo el cuerpo de la mujer que había acariciado. En el sillón, mientras se besaban, ella misma había comenzado a desnudarse, pero dejó de hacerlo cuando sintió las manos masculinas que con una extrañan mestría y sutileza, arrancaban toda la ropa que le quedaba. Una vez libres de las limitaciones físicas de la vestimentas, las caricias se volvieron más intenzas y la respiración más agitada. Ya no recuerda como llegaron a la cama, y en realidad no le importa, sólo recuerda que en esos momentos se sintió bien, como ningún otro hombre la había hecho sentir antes.

lunes, junio 19, 2006

Al otro día...

Sonaba el timbre. Al despertar, escuchaba el zumbido desagradable del timbre que nunca había cambiado a pesar de los constantes juramentos. Se puso de pie como pudo y se dirigió a la entrada del departamento a contestar el cifófono.

- Sube...- Respondío al escuchar la voz de quien interrumpía su sueño que ya no podría retomar aunque se escondiera debajo de las sábanas. Minutos después, Felipe entraba al departamento como si fuese suyo, colgaba su chaqueta, y mirándo al aún somnoliento enunciaba:

- No fuiste al liceo, te llamaron de inspectoría, UTP y de la rectoría también... tuve que inventarte un excusa y ahora vengo, preocupado, a verte y resulta que ¡estabas duermiendo!-

El tono de su voz había ido aumentando paulatinamente, hasta convertirse en un grito cargado de rabia al llegar al final.

- ¿Me puedes explicar que cresta te pasó que no llegaste? ¿ que hiciste anoche?
- Hoy es lunes...- Podría haber sido una pregunta o una aseveración, el tono de su voz, muy bajo y meloso, no le permitió a Felipe distinguir con claridad. Del mismo modo, la cara que había puesto al escuchar lo que su amigo había dicho luego de entrar y al pronunciar esa palabras era indescriptible.

- Sí, es lunes y tenías que haber ido a trabajar. La Andrea se preocupó caleta.
- ¿Andrea?
- La de ciencias naturales, tiene la jefatura del 7º B
- ...
- Le ayudaste a principio de año con el curso...- mientras decía esto, se le acercó un poco, sólo entonces se le hizo evidente el olor.

- ¿Estuviste tomando?
- No podía dormir
- ¡Pero si no tomas ni agua, que mierda te pasó ayer!
- ¿Qué hora es?
- Las cuatro veinte... me vine apenas terminaron las clases

Felipe miraba a su amigo con una extraña combinación de sentimientos: rabía, impotencia, lástima, pero sobre todo, muchísima curiosidad. La conversación, que se había iniciado en la entrada, había recorrido casi el departamento entero, pasando por la cocina, y terminó en el baño, con Felipe practicamente empujando a su amigo para que entrara y se diera una ducha. Durante la conversación no había podido observar con detenimiento el lugar, pero ahora tenía tiempo y lo que vieron sus ojos despertó la preocupación que se había dormido durante la discución.
El departamento estaba más desordenado que de costumbre, en el living había papeles en blanco arrugados, pruebas de algunos alumnos y textos propios, desparramados por el suelo, arrugados y pisados. Sobre la mesa varias tazas de café con las cucharas pegadas, azucar sobre el mantel, manchas de café y varias servilletas arrugadas. Junto al computador, había más papeles sueltos, y un vazo de vidrio vacío.

La cocina no se veía mejor. El refrigerador estaba abierto y había un poco de agua frente a él, la hielera estaba sobre el lavaplatos, las ollas y los sartenes estaban en equilibrio junto a la hilera; sobre el mueble, una botella de pisco vacía y en el suelo una botella de Coca-Cola.

Luego de ver todo eso, pensó en entrar en la pieza de quien aún estaba en el baño, pero decidió esperar la lucidez de su amigo para preguntarle. En los minutos que pasaron entre que salío de la conina y que escuchó la puerta del baño, se dedicó a ordenar lo que más pudo, tratando de reorganizar los papeles, y de juntar la basura.

- No tienes que hacerlo, yo iba a ordenar cuando me despertara.
- ¿Cuando te despertaras a las 6 de la tarde?

Nada había que responder. El departamento entero era un desastre, y allí, donde los ojos de Felipe no habían llegado, en la pieza, en el suelo, junto a la cama, se veían brillar trozos de vidrio, no muy lejos, casi pegado a la muralla, un marco de madera y junto a él, una foto boca abajo.

domingo, junio 04, 2006

Dejar de correr

"Me parece ofensivo que uses gente inocente o peces inocentes para sacarme de lo que sea que estoy sientiendo".

"Bueno.. lo siento, me pareció una forma de distracción válida, no tienes porqué ponerte así".

Había sido una mala jugada, definitivamente, y ya no había mucho que hacer. Luego de eso, pasaron largos y silenciosos minutos juntas antes de entrar a la sala del cine, que las esperaba con una panorama que debía distraerlas.



¿Y qúe puedo ver?

Pensaba mientras paseaba sus ojos por la publicidad de las películas que el cine le ofrecía ver a cambio de una módica suma de dinero, que estaba dispuesto a pagar por un par de horas de no hacer nada. Después de todo, pasar un día entero aburrido sin nada que hacer encerrado en su departamento no era lo mejor, además podía encerrarse en otra parte: "cambio de ambiente" le dicen algunas personas.

Estando ahí parado, se dio cuenta de que el muy interesante panorama que se había elegido hacía unos minutos no era nada más que una mala excusa para salir de sí mismo. Ese pensamiento le dio rabia y en un extraño arranque de disgusto e infantilismo, se da media vuelta y dirige sus pasos hacia el patio de comidas del mall, con unas irresistibles ganas de comerse un apizza.

"Algún tipo de vacío llenará"

El resto del día no tuvo mayor relevancia, salvo algunas lágrimas derramdas producto de imágenes tristes en una pantalla, y otras producidas por una imagen grabada en la memoria.

No deja de ser interesante como algunas personas tienen una increible capacidad de recuperación, casi como si las cosas que les suceden no fueran más que un poco de polvo sobre una superficie brillante y fácil de limpiar. Ámbos notaron como la gente a su alrededor seguía su camino. Siempre se habían considerado conscientes de que a todo el mundo le ocurren cosas que no son fáciles de asimilar, pero nunca habían notado que a pesar de todo, la gente sigue viviendo... algunos callan otros hablan, dependiendo de la confianza que tienen en si mismos o en los demás. Tarde o temprano las cosas pasan, y todo lo bien o mal que se pudiron sentir queda en el pasado, perdido junto con los recuerdos felices o tristes que habitan en sus mentes.

¿Qué tal si aquello de lo que escapas te sigue por siempre? ¿Y que tal si nunca te ha seguido?

martes, mayo 23, 2006

Panorama

Casi sin darse cuenta comienza a recordar, mientras se pasea lentamente entre la puerta de su pieza y el baño, pesando en todo lo que debía hacer. Los recuerdos poco a poco fueron ganándole a sus pensamientos, hasta que no pudo más y se sentó en la cama, apoyó los codos en sus piernas y la cabeza en sus manos. Con la mirada fija en el suelo, intentaba contener las lágrimas que no había podido contener tan sólo unos segundos atrás, al ver la foto.
Intentado calmarse, respira profundo, se estira y se pone de pie una vez más, se dirige a la repisa, toma la foto, la ve una vez más, y la vuelve a dejar en la repisa, pero mirando hacia abajo.

El resto de la mañana fue lenta y sin sobresaltos, pudo hacer todo lo que tenía pleneado, no como lo hubiese querido, pero los resultados de su trabajo siempre le satisfacían. Una vez que terminó de almorzar y de lavar los platos que había ensuciado, se dió cuenta de que ya no tenía nada más que hacer.

- ¿A esto he reducido mi vida? ¿es que acaso antes tampoco hacía nada?

"Antes", ¿antes de qué?. Antes de ella, o mejor dicho, antes de terminar con ella o tal vez...

Con más de la mitad del día por delante todavía y teniendo presente un domingo que se proyectaba peor que el sábado que estaba viviendo, decidió salir de su departamento. La soledad y la desocupación le daban demasaido tiempo para pensar, pero pensar en cosas en las que no quería ni debía. Conocer lugares nuevos, visitar amigos, salir a vitrinear, ir al cine, cualquier cosa para sacarse de la mente, aunque fuera por unos minutos los recuerdos que le atormentaban.

"Pensandolo bien, el cine no suena como una mala opción... total, es algo dentro de la nada".

Fue su último pensamiento antes de salir y subirse al auto.




- No te preocupes, hay muchos peces en el mar
- Niempre he pesando que los peces se sentirína ofendidos si supieran la existencia de esa estúpida frase
-Jaja, pero es verdad
- ...
- Te invito al cine, vamos a ver esa pelicula que estrenaron hace poco, te va a relajar... o al menos te va a distraer... por unos 100 minutos

Dischoso panorama, como si una simple pelicula tuviera el poder de borrar malestares y de hacer a alguien sentirse mejor, de todas formas, era lo mejor que podía hacer en ese momento. Seguir pensando en la noche anterior, en el alcohol que había bebido, en todas las lágrimas que había dejado caer sobre el sillón y en las palabras de Pamela no le haría bien, necesitaba descansar y distraerse y, para su fortuna o infortunio, su amiga le proveía de una vía de escape bastante sencilla y rápida, aunque no fuera la mejor opción.

Tomaron desayuno juntas, de esos desayunos a las dos de la tarde tan agradables cuando el día está grisaceo y frío, sobre todo si se tiene a alguine quien te acompañe para mirar hacia afuera y darte cuenta de que lo único que realmente quieres es quedarte en la casa, a mirar hacia adentro y a todo lo que aquella compañía especial tiene que ofrecerte. "Al menos estoy con la Pame", se dijo Daniela mientras bebía un tercer tazón de café con leche.

La tarde ya a amenazaba con convertirse en una noche prematura cuando se pusieron en marcha. Pamela, quién había sido la precursora de la idea del cine, estaba sentada tras el volante del auto, manejando tranquilamente mientras intentaba mantener una conversación ligera con Daniela, quien estaba más interesada en la música de la radio y en todo lo que ocurría afuera del auto, incluyendo los segundos que le tomaba a las luces rojas cambiar a verde.

Casi 20 minutos de una extraña agonía duró el viaje. El mall, lugar al que habína decidio ir para poder vitrinear mientras esperaban ver la pelicula, estaba lleno, como de costumbre, de gente que no sábe que hacer más que caminar y estorbar, eso sin contarlas a ellas mismas, que primero estarbaban, al quedarse mirando vitrinas, y luego caminaban.

Ya con las entradas en la mano, tenían aproximadamente 30 minutos de espera para poder entrar a la sala del cine, por lo que continuaron vitrineando y conversando sobre lo bien o lo mal que vestían algunas mujeres que se detenína a mirar lo mismo que ellas.

Depronto, casi de la nada, Pamela le toca el brazo a su amiga, como para llamar su atención:

- Mira, dime si él no te parece interesante

domingo, mayo 14, 2006

Una mañana cualquiera

Afuera, el día estaba luminoso pero frío, el sol se imponía por entre las pocas nubes que se veían, pero su luz no era suficiente como para calentar el pasto humedecido y brillante por el rocío de la noche recién pasada. Aún en el sillón, Daniela se estiraba lentamente, dándole tiempo a su cuerpo para reaccionar.
Pamela se pasea de un lado a otro, moviendo cosas, aseando por entre algunos que aún duermen.

-Dani, pasa a la cocina y tómate un café si quieres, al agua está hervida.
-Gracias...

Se sintío mareada al levantrase, e inmediatamente recordó que había bebido sólo un poco más de lo que acostumbrarba en ese tipo de ocaciones ¿ese tipo de ocasiones?. La cocina estaba reluciente, como si nada hubiese pasado durante la noche, Pamela era un poco exagerada con el aseo. Un tazón, café, azucar... agua y... leche.

Tazón en mano, sale de la cocina y se dirige nuevamente al living. Ya están todos despiertos y comienzan a reaccionar, algunos ayudan a Pamela, otros se estiran sin pudor, todos miran hacia afuera de vez en cuando. De pronto, aparece el Tomo en el living, con la polera al revés y sin calcetines. Todas las miradas se posan en él y algunos gritos de alegría y de felicitaciones no se hacen esperar, desafortunadamente para él, lo único que en ese momento no quiere escuchar son voces fuertes.

-Me duele la cabeza
-Por supuesto que te duele, estuviste toda la noche tomando cerveza - le dice Pamela

Segundos después aparece Consuelo y los presentes aplauden al verla.

Apoyada en el sillón que la sintió llorar, Daniela observa todo lo que ocurre sin inmutarse, consciente de que todo lo que pasó no fue nada para ellos, sabiendo que hoy con suerte se hablarán y pensando en que siempre cabe una posibilidad de que en otra oportunidad, ellos se vuelvan a juntar... pero eso nunca significará algo importante.

Los minutos pasan, finalmente todos se marchan, sin olvidar las despedidas largas, las promesas de volver, los cariñoss y abrazos fingidos y sinceros, promesas de pagar e incontables etceteras. A eso de las 11 y media, sólo quedan Pamela y Daniela en el departamento.

- ¿Te tomaste un café?
- Se enfrió

Palabras simples, intenciones pesadamente complejas. En su respuesta, Daniela le había dicho a su amiga el porque de las lágrimas la noche pasada, ella se le acerca y le da un abrazo, Daniela una vez más no puede contener sus lárgimas y llora sobre el hombro de su amiga.



A las 9 de la mañana suena el despertador. Lo apaga y se levanta luego de haber pasado una de las peores noches de su vida. Abre las cortinas de su pieza y ve que el sol juega a las escondidas entre las nubes, ese pensamiento lúdico lo hace sonreír unos segundos.
Las mañanas en su vida siempre habían sido iguales, afuera podría haber estado lloviendo u podría haber habido un sol radiente, eso era lo de menos, empezaban con una mirada dirigida a un lugar muy especial: sobre la repisa en la muralla al costado de su cama, en el segundo nivel, enmarcada con especial cuidado en un marco de madera tallado a mano, la foto de su novia...

Luego de ese acto reflejo, dirigió la mirada al velador, y vió, entre las lágrimas que le llenaban los ojos, dos anillos.

"Un anillo para unirme a ti. Un anillo para unirte a mi"

lunes, mayo 08, 2006

Viernes en la noche

- Quedate conmigo sólo un rato más, no quiero que se acabe tan pronto.
- ¿No te parece un poco injusto de tu parte?
- Injusto, ¿por qué?
- Porque ya es tarde y sábes que no es fácil volver a mi casa desde aquí.
- Pero te puedes quedar conmigo, siempre puedes y lo sábes.
- No quiero que cometas un error
- ¡Oye!... hace tiempo te dije que no era así.. además
- Además, ya es tarde
- Bueno, no te voy a seguir inistiendo, pero tampoco te voy a arbir la puerta. - Guiño.

La miró con una sonrisa oculta y mantuvo un silencio de algunos segundos.

- ¿Qué?- dijo ella con natural curiosidad.
- Bueno... me quedo contigo.

Recuerdo de hace algún tiempo que todavía sonaba en su cabeza, pero todo lo que se escuchaba en ese momento era una gotera que, lentamente, llenaba un vaso. A esa hora, una gotera no habría sido molestia para nadie, pero él ya llevaba 2 horas en la cama y a pesar de no tener insomnio, no podía dormir. Concentrado en el sonido producido por la gotera, lograba dejar de pensar en aquello que lo mantenía despierto, pero luego de unos mintos no pudo contenerse y exclamo en voz alta:

- Terminó, así como una gota de agua que se rehúsa a caer, pero finalmente lo hace. Terminó y ya no hay nada que yo pueda hacer.

Al decirlo, cerró los ojos y contuvo las lágrimas que sintió querían brotar, se dió vuelta y se arropó, tratando de conciliar aquél sueño que había disfrutado todas su vida, pero que esa noche parecía esquivo.

Afuera, la noche tranquila amparaba a algunos caminantes nocturnos qué se encontraban entre si y proseguían su caminata, pensando en cosas que sólo ellos sabían.

Lejos de ese lugar, en un edificio no muy viejo, una fiesta de fin de semana levantaba los ánimos de un grupo de amigos que habían decidido juntarse para celebrar el cumpleaños de Pamela, la menor del grupo, quién además había encontrado trabajo.
Razones para celebrar en verdad les sobraban, pero también tenían algunas para permanecer en sus camas, pensando en que las gotas caen tarde o temprano. En la cocina, minetras Pamela preparaba un ponche, Tomás, el "Tomo", y Consuelo intercambiaban algunas palabras, en ámbos, el objetivo último de la conquista, se notaba fácilmente, una vez que el ponche estuvo listo, Pamela abandonó la cocina, esperando no tener que ver lo que pasaría más tarde entre sus amigos, volvió al living y anunció con una sonrisa:

- Ta' listo el ponche

Todos la miran y sonríen de vuelta, varios se acercan y se sirven, los demás prosiguen con sus conversaciones. Una de ellas, entre Daniel y Carolina, habría llamado la atención de un sujeto que en ese mismo instante, cerraba con fuerza sus ojos mientras sus lágrimas mojaban la almohada.

- Pero... ¿por qué?
- No podía seguir... simplemente no podía funcionar
- ¿Y después de un año te diste cuenta de eso?
- No necesito que me lo recuerdes, todavía me siento mal
Pamela se acerca y se sienta entre ellos, mira a Daniel y luego a Carolina, les ofrece un vaso de ponche, que es negado por ámbos, y luego dice:

- Ustedes dos tiene que dejar de hablar de eso... les hace mal... a los DOS.
- Pero Pame, el Daniel terminó ayer con la polola...
- Gracias por recordarmelo - dijo Daniel

Puede que las palabras no siempre sean las correctas, pero los amigos siempre dicen lo que creen que es mejor decir. Para algunos, estas siempre son las peores que podrían escuchar.

La mañana siguiente, no fue sorpresa para ninguno encontrar al Tomo y a Consuelo en la pieza de Pamela, abrazados y semidesnudos. Los demás, se había dormido en el sofá, y otros se habían ido. La luz de la mañana hizo que varios reaccionaran, algunos mejor que otros. Daniel se había ido, y Carolina no había podido decirle nada útil.
Por su parte, Pamela, ordenaba lo que podía, al levantar una frazada que estaba sobre un sillón, descubre a Daniela, que dormía plácidamente, pero a quién se le notaban claramente las lágrimas secas en las mejillas.

- Dani... Dani, despierta- Le dijo Pamela mientras le movía con suavidad un brazo.
- Hola Pame... me quedé dormida- susurró mientras se limpiaba la cara.
- ¿qué pasó?
- ¿por qué...?
- Estuviste llorando anoche...
- ... - El silencio reveló más que una afirmación, pero no quiso confirmar la verdad - no.. es que bostezé mucho jaja.

El respaldo del sillón estaba humedecido de lágrimas, pero ninguna lo mencionó y la conversación no avanzó. Pamela se llevó la frazada y la guardó. Daniela, aún acurrucada en el sillón, miraba hacia a fuera:

- ¿Por qué te quedaste... si sabías que no lo tenías que hacer?

sábado, mayo 06, 2006

Marcha blanca

Nunca entendí del todo eso de "marcha blanca" pero sé para que se usa... por eso.

En éste blog escribiré una historia, algo así como una novela por entregas.
Todos los domingos en la noche (espero) publicaré un nuevo avance... a partir de mañana.

Ojalá la historia les guste... y ojalá que el método para hacerselas llegar sea.. "simpático".